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La Sociedad Filarmónica, la viva llama de la actividad musical

Durante 112 años, esta agrupación, que ha actuado en distintos puntos de la ciudad, se ha convertido en un punto de encuentro social

Una de las últimas actuaciones. Levante-EMV

La valenciana Elena Enguix nació el pasado 1938. Con 86 años, esta mujer se ha convertido en la socia número 1 de la Sociedad Filarmónica de València, una institución con la que tiene una gran vinculación desde bien pequeña. «He intentado no perderme ningún concierto», recuerda. 

Concretamente, el mismo año de su nacimiento, la Sociedad Filarmónica, que ya llevaba 26 años en marcha, acogió ocho conciertos (tres audiciones y cinco a cargo de solistas, exclusivamente pianistas y violinistas), lo que supuso once menos que la anterior edición. Según la tesis «La Sociedad Filarmónica de València (1911-1945): Origen y consolidación», publicada por Sergio Sapena en la UPV, esto se produjo coinicidiendo con la finalización de la Guerra Civil en España. Tras ello, se reanudaron los conciertos con el patrocinio del General Antonio Aranda Mata

Primer programa de la Sociedad Filarmónica . Levante-EMV

Sin embargo, fue seis años después cuando esta socia empezó a acudir a los espectáculos de esta sociedad. «Iba con mi madre y una amiga. Era un momento muy bonito», reconoce Enguix, cuya familia siempre ha estado vinculada a esta agrupación. En esos años, la Filarmónica vivió su etapa de mayor esplendor (1922-1936). Como se recoge en el libro La sociedad Filarmónica de València. Historia de un centenario (1912-2012), de los autores Sergio Sapena y Sonia Angulo, «los máximos directivos pertenecían a una clase social con alto poder adquisitivo y, sin duda, se trataba de personas con cierto prestigio». Entre ellos, se encontraba el arquitecto valenciano, Enrique Pecourt, que fue uno de los socios fundadores, cuya «dedicación y buen hacer siempre fueron reconocidos». 

Además, Pecourt fue una de las personas que influyó en esta decisión de cambiar la sede habitual, que, hasta el 1922, era el Salón de Actos del Conservatorio de València. Posteriormente, los conciertos se trasladaron al Teatro Principal. Como se recoge en el libro, «esto posibilitó aumentar el número de socios y de ingresos». «He visto a los mejores músicos en las distintas salas y espacios en los que ha actuado la Sociedad Filarmónica», afirma la socia número 1. 

Punto de encuentro

Para esta afiliada, como para el resto de la sociedad valenciana, estas actuaciones se convertían en un punto de encuentro social. «La vida social estaba allí. Siempre ha sido un espacio muy importante que impulsó a la ciudad. La gente tenía tantas ganas de ir, que había lista de espera. Siempre acudía con mis amigas», recalca. A pesar de ello, reivindica que ahora «los valores culturales han cambiado en la actualidad, por lo que «aunque sigue teniendo valor, la cultura de la ciudad ha cambiado». 

En este sentido José Lapiedra, quien ha sido socio durante cerca de 70 años y ha formado parte de la junta directiva, también reivindica la importancia de este espacio. «València en aquellos años era un desierto cultural», indica. Tras haber ocupado diversos cargos en la junta directiva con anterioridad (contador desde 1990 y tesorero desde 1992), Lapiedra fue elegido secretario en 1999. Él siempre ha tenido una gran vinculación. «Con cinco años ya iba con mi padre a ver las actuaciones. Le debo mucho», recalca. 

Entradas para el primer concierto Levante-EMV

Como se recoge en el libro, la captación de socios era una de las preocupaciones constantes de la sociedad. A este interés, se sumaba el de los máximos responsables, que luchaban por ofrecer los mejores conciertos a los asistentes. Fue tal el interés, que llegaron a entrevistarse en 1980 con el Ministro de Cultura para conseguir la contratación de la Orquesta Nacional de España y la Orquesta de RTVE

División entre los socios

Sin embargo, uno de los momentos con mayor división en la Junta se produjo en 1987, cuando se decidió trasladar la sede al nuevo Palau de la Música. Concretamente, la decisión fue respaldada por 592 socios, la censuraron 362 y hubo 112 abstenciones. «Hubo una gran división, pero fue un acierto como se puede comprobar en la actualidad», recuerda Lapiedra. Este traslado supuso un aumento en el número de socios. «Pasamos a tener cerca de 2.000 socios. Había miedo de que no pudiesen sentarse en los conciertos, por lo que cerramos el número de admisiones», recuerda este antiguo socio, quien se dio de baja hace justo un año. «Ha sido un placer formar parte de la Sociedad Filarmónica. Me ha dado muchas oportunidades», concluye. 

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