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Alfons García03

Un lunes sin milagro ni historia

Este lunes no ha habido sol ni ha habido milagro, pero este nuevo golpe de efecto nos ha desnudado y, si de algo ha servido, es para mostrar nuestras taras con más claridad ante el espejo

Pedro Sánchez, durante su comparecencia en la Moncloa. EFE

El dilema Sánchez tenía mala salida y no ha habido sorpresa. Malo era que el presidente hubiera salido de esta con los pies por delante por el mensaje que se trasladaba a la sociedad. Y malo era que tras estos días de máxima tensión no pasara nada trascendente porque se multiplicarían los argumentos para interpretar esta extraña experiencia como una gran operación táctica a mayor gloria del presidente. Quedaba el efecto Sánchez, la última sorpresa del superviviente. Pero no ha habido chistera ni rostros boquiabiertos. Este lunes no ha sido un día histórico.

La pregunta definitiva en este momento es si estamos mejor que hace cinco días, cuando el presidente del Gobierno salió del Congreso y decidió parar y reflexionar sobre su continuidad tras la noticia aquella mañana de miércoles de la imputación de su mujer por una denuncia de los poco recomendables de Manos Limpias a partir de unos recortes de prensa. Mi impresión, desde este rincón del Mediterráneo, es que no; que salir igual es estar peor cuando ha habido un aldabonazo de esta magnitud. La otra pregunta es si Pedro Sánchez está mejor, tras las movilizaciones de apoyo y las declaraciones de apoyo de todos los socios. En lo personal, lo debe decir él, pero en cuanto a su dimensión política y su notoriedad ante la ciudadanía, no soy Tezanos, pero no creo que las haya relanzado.

Que no pase nada siempre debería ser un motivo de alegría en un lugar civilizado, pero que no pase nada cuando se ha levantado tanta expectación es un trago de regusto amargo.

Este lunes no ha habido sol ni ha habido milagro (eso, quizá, los jueves de Berlanga), pero este nuevo golpe de efecto nos ha desnudado y, si de algo ha servido, es para mostrarnos con más claridad ante el espejo. Desconfío de lo que está por venir, como esa regeneración que es palabra mágica en este país desde hace 150 años y que va ligada a un cierto autoodio, a ese estigma de sentirnos casi siempre peor que los vecinos.

Lo seguro es que este lunes sin historia (y estos días de parada técnica) nos muestra una democracia demasiado personalista, con todos los peligros del culto al líder, también la urgencia de algunos en demonizarlo. No es algo exclusivo español, es un rasgo de estos tiempos, pero no por eso deja de ser una tara con riesgos evidentes. Una democracia donde importa menos quien está en la cima de la cúspide y donde pesa más la institución es un cobijo más seguro y fiable, aunque seguro que menos emocionante.

Este lunes y estos días nos enseñan que la inquina está instalada en la médula del sistema político, que no ha habido un grano de compasión con la situación del presidente, que ha seguido valiendo más derribar su figura que buscar un acercamiento hacia un mejor funcionamiento de las instituciones.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia institucional en La Moncloa este lunes para anunciar su decisión de no dimitir. Borja Puig de la Bellacasa

Estos días sin gloria nos han permitido ver que meter en el mismo saco a todos los medios de comunicación, incluyendo en la bolsa a creaciones digitales facciosas de financiación partidista, contribuye sobre todo a erosionar la calidad democrática.

Este lunes de resaca nos vuelve a enseñar que, mientras la política hierve en su salsa, el país continúa funcionando, sin necesidad de milagros ni de salvadores. Es un signo de madurez, pero también contiene su dosis de riesgo, por si algún día la mayoría callada puede pensar que todo rueda sin la necesidad de la política, sin las decisiones públicas por el bien común.

Este lunes sin milagro ni lágrimas nos señala que ya no se trata de resistir, sino que ha llegado el momento de proponer por encima de estrategias y de buscar al otro, al adversario, con sinceridad y disposición a hablar y ceder. Y sí, pesimista y sinceramente, no creo que pase, y no creo que guardemos en el futuro este peculiar episodio como un toque de atención que nos transformó.  

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